jueves, 28 de octubre de 2010

Los gatos de octubre.

Siempre he relacionado el mes de octubre con los gatos. ¿Razones? No las tengo, tal vez por la canción ésa de cuando la luna se pone bien grandota como una pelotota y alumbra el callejón, se oye el maullido de un pobre gato viudo y bla bla bla bla. Y pues luego eso de que en Octubre las lunas son más bellas y grandes. Y pues luna, gato. ¿Captan?

En realidad, octubre es mi mes favorito del año, por muchas razones; por el clima, por ejemplo. Y fue, precisamente en octubre de 1997 y algo cuando "Rita" llegó a nuestras vidas. Una linda gatita tricolor que alegraba nuestros días. La consentida, la "reina" del hogar. La única a la que en la casa se le dejaba arañar los muebles, subir las patas al sofá y volver a la casa a altas horas de la noche.

Rita era muy cariñosa y hogareña. En varias ocasiones fue mi compañera de estudio, fui su almohada y fuimos cómplices.

Un año después, en octubre también, nacieron sus primeros gatitos, en el mueble de las toallas y las sábanas limpias (nunca la castigamos por eso): "Salem", un gatito completamente negro con ojos amarillos radiantes; y "Grisly", su contraparte por completo. Un gato completamente blanco con una mancha gris en la cola y ojos azules.

En la casa, el racismo se hizo presente. Grisly pasó a ser el consentido. Ése al que le dejábamos que nos ronroneara en las piernas y al que, para ése tiempo único porque mi mamá y hermano sufrían de asma, dejábamos entrara a la casa. Grisly se volvió un holgazán y consentido de primera que a las 7 de la mañana golpeaba la puerta para que le diéramos de comer mientras que Salem se salía por su cuenta a buscar su alimento. Y Rita, ella sólo esperaba. Siempre fue más prudente.

Amé a esos gatos como a ninguna mascota antes porque me querían mucho a pesar de que dicen que los gatos sólo nos utilizan, a pesar de que Salem era discriminado.

Pasó el tiempo y el asma de mi hermano empeoraba y, efectivamente, los gatos, su pelo, eran la causa.

Mi mamá tajantemente nos dijo que debían de irse. Buscamos las personas adecuadas y los regalamos, pero el primer intento falló, volviero los tres juntos.

Finalmente encontramos los dueños adecuados y que vivían lo suficientemente lejos.

En una caja de huevos con agujeros para que respiraran los metimos una tarde de octubre y nos despedimos de ellos. Lloré con ellos ese día. Salem con su mirada decía perdonarme por no quererlo tanto y verlo como el "gatito feo"; Grisly decía que me iba a extrañar mucho y que nunca me iba a olvidar y Rita, ella sólo me agradecía esos dos años que estuvo con nosotros.

Nunca los volví a ver. Y siempre me he negado a pensar lo que fue de ellos. Para mí, en este octubre, once años después ellos siguen jugando como siempre y durmiendo unos encima de otros como solían hacer.